jueves, 1 de agosto de 2013

Historia de Cataluña para dummies.


Un fan enemigo del blog nos ha mandado esta misiva y sicarios que tiene contratados, procedentes de los países donde la gente nace muy grande y muy mala debido a su nutrición, nos han dado órdenes de publicarla en el blog. Dios nos asista.


"Queridos burdelistas castellanos:

Desde el Instituto de Estudios Catalibanes queremos aprovechar la oportunidad que nos brinda este blog amigo para dar a conocer la primera unidad formativa del curso “Cataluña para Dummies”, enmarcado dentro del ambicioso proyecto solidario “Adopta a un castellano”.

El pueblo catalán, conocido internacionalmente por su milenaria solidaridad, y consciente de que el proyecto de autodeterminación que estamos emprendiendo sumirá, con toda probabilidad, en la más misérrima de las situaciones a España, que no pudiendo desarrollar la única actividad lucrativa en la que ha basado su economía -el vil saqueo financiero de las arcas públicas catalanas- caerá en desgracia víctima de su vagancia y su mala fe secular, queremos formar doctrinalmete a aquellos castellanos de buena fe que quieran buscar su futuro en Cataluña.

El pueblo catalán, de indudable idiosincrasia solidaria y acogedora, se ofrece a acoger en su seno a todos aquellos castellanos que, viendo el negro futuro que se les avecina, quieran labrarse un futuro prometedor en esta nación vecina, que ofrece un sinfín de puestos de trabajo al pueblo castellano en aquellos oficios que le son propios: como camarero, barrendero, chapista, chapero, vendedor ambulante de cerveza-bier… respetando sus milenarias costumbres culturales de trabajar en negro sin ninguna cobertura social y sin poner ningún limite a sus sueños, ni tampoco a su horario laboral. Cataluña, como ven, es una tierra de oportunidades que  a cambio de todo lo que ofrece tan solo pide amor devoto  a sus simbolos nacionales.

Cataluña se enorgullece de sus tres símbolos nacionales, el himno (el cant dels segadors), la bandera (la senyera) y la fiesta naciona (el onze de setembre).

El himno:

El cant dels segadors es una preciosa balada épica costumbrista que cuenta con la peculiaridad y el honor, solo compartido con el himno de una pequeña república de micronesia, de constituir  el único himno del planeta cuya letra es abiertamente hostil a un pueblo vecino (el castellano), como demuestra el verso “endarrera aquesta gent tan ufana y tan superba” (atrás esta gente tan ufana y tan soberbia). Superando al pueblo micronesio (en el pasado practicante del canibalismo) la nación catalana, gallarda poética y feroz, introduce en su himno un verso  poético que contiene un alegato a la mutilación de extremidades castellanas por parte de las hoces de los segadores patrios:

       Que tremoli l'enemic
       en veient la nostra ensenya:
       com fem caure espigues d'or,
       quan convé seguem cadenes!
       Bon cop de falç!
       Bon cop de falç, defensors de la terra!

       Que tiemble el enemigo
       cuando vea nuestra enseña
       cómo hacemos caer espigas de oro,
       ¡cuando conviene segamos cadenas!
       ¡Buen golpe de hoz defensores de la tierra!

Aunque el himno estuvo rodeado de cierta polémica porque animadversos enemigos de la patria dentro y fuera de nuestras fronteras se horrorizaron por las implicaciones violentas y genocidas de este himno, ya que quisieron ver afrentas e incitaciones al odio hacia otros pueblos allí donde solo había poesía de la buena y autoafirmación de un pueblo milenario, nuestro himno pudo mantener parte de la letra original, si bien tuvimos que suprimir algunos versos allá por los años 80 por imperativo de la ONU, dado que el enemigo castellano se había infiltrado maledicentemente en las instituciones internacionales consiguiendo que la ONU nos reprendiera por la letra. Una muestra más de como el pueblo castellano, ufano y soberbio, nos ofende y maltrata desde antiguo.


La bandera:

La bandera de cuatro barras tiene su origen en episodios tan plácidos y pacíficos como el himno. La leyenda cuenta que Guifredo el Peloso quedó herido de muerte en una contienda en la que se dedicó a matar moros a cascoporro. Moribundo el peludo de Guifredo, acudió a su lecho su cortejo para comunicarle que finalmente los moros habían sido derrotados y que procedía elaborar una nueva bandera para los territorios conquistados. Guifredo, persona de acusada sutileza y sensibilidad, se introdujo los dedos, gordos como butifarras, en su herida mortal y, mientras fallecía, arrastró los dedos cuales pinceles sobre un escudo de oro, dejando cuatro líneas rojas de bermellona sangre real sobre fondo el fondo amarillo de broquel. Este suceso, en el que Guifredo, un noble franco, consiguió expandir el territorio francés hasta la desembocadura del Ebro, es considerado comúnmente como el nacimiento de la nación Catalana; sin existir contradicción alguna en que Guifredo fuera francés y en que los territorios conquistados fueran demarcación francesa. Solo perturbadas mentes aviesas mesetarias podrían ver contradicciones lógicas en este acontecimiento histórico, que debe ser analizado mediante los académicos postulados de la lógica de quinto orden, que sí permiten atribuir catalanidad a un noble y a unos territorios francos.


La fiesta:

La fiesta nacional de Cataluña es el once de septiembre. En esta festividad, los catalanes conmemoramos los acontecimientos históricos producidos el 11 de septiembre de 1714, fecha en que Barcelona cayó a manos de las tropas borbónicas durante la Guerra de Sucesión española. La Guerra de Sucesión Española se libró en toda europa entre la aristocracia Borbónica y la aristocracia Carlista. Algunos territorios, las malas lenguas dicen que los más progresistas, se declararon borbónicos y otros territorios, los maledicentes opinan que los de más rancio abolengo feudalista, se declararon Carlistas. Cataluña se declaró Carlista y fue derrotada. No obstante, como el nombre indica, la Guerra de sucesión Española puede ser renombrada con un término sinónimo que además es homófono y hace más justicia a la realidad de los hechos. A partir de ahora, designaremos esta guerra como guerra de secesión española, que da a entender que la contienda consistió en una guerra en la que Cataluña intentó secesionarse de España siendo fuertemente reprimida por los aviesos Castellanos. Este término, mucho más cercano a la realidad, como todo bienintencionado lector habrá podido apreciar, es el que utilizamos invariantemente en Cataluña, siempre alineada con la veracidad de los hechos y el gobierno de la verdad.




El once de septiembre los catalanes nos reunimos para llevar flores a la estatua de Rafael Casanova, quien fuera durante aquellos días “conseller en cap” de Cataluña. A casanova se le considera héroe y mártir del 11 de septiembre. Siendo el primer y único héroe en la historia del cosmos que huyó cobardemente de una contienda, cuando la cosa se puso fea, abandonando con nocturnidad y alevosía (y disfrazado de monje), la ciudad que tenía que defender, dejando a la población de Barcelona abandonada a su suerte.

Acabada la Guerra, Rafael Casanova ejerció la abogacía tranquila y plácidamente muriendo al alcanzar la viejuna condición. Este hecho lo convierte también en la única persona en la historia del cosmos que ha sido considerada mártir de una contienda sin haber muerto en ella. Queda pues demostrado, como figura en la estatua erigida en Barcelona al patrio Rafael Casanova, que se puede ser héroe huyendo de una contienda y mártir muriendo por enfermedad cuando ya se es anciano. (Volvemos a apelar a los postulados propios de la lógica de quinto orden transformacional).

Aquí el actual Rafael Casanova

Cuando antes de huir travestido, un general solicitó a Casanova que rindiera la ciudad a las tropas francesa, ya que en caso contrario el ejército franco entraría por la fuerza y se cebaría con la población Barcelonesa, nuestro conseller en cap pronunció una mítico edicto en el que solicitó al pueblo catalán que entregara hasta la última sangre por su conseller en cap. Demostrando así el fervoroso amor que los líderes catalanistas han profesado hacia su pueblo y su enorme capacidad de sacrificio desinteresado en post del bien común.
El general que finalmente, solo ante el peligro, tuvo que gestionar la rendición de Barcelona, salvando a la población del genocidio, calificó a la plana mayor de la Generalidad de “viejas beatas sanguinarias”.

Como ciudadano Castellano adoptado por la familia Catalana, se le exige que cada 11 de septiembre acuda a llevar flores a la estatua de Rafael Casanova. Un héroe y mártir pacífico que dio su vida por el pueblo.

Atentamente,

-Mr. Offender Puchol-"

Fracasar en diez sencillos pasos y sin la ayuda de un profesional.

"Comte era un perdedor" es una oración verdadera en sí misma. Partiendo de esta premisa, y dado que tenemos como blanco al que vilipendiar a este Sociologucho del tres al cuarto, de medio pelo, de ala rota, de aguántame que me caigo, procederemos a decir la siguiente mentira, una de tantas que se sucederán a lo largo del blog: (el que encuentre todas tendrá un premio final que no desvelaremos hasta que nos salga de las gónadas) Comte fue el inventor de una de las disciplinas más tapadas por esta sociedad: El autosabotaje.

Todos sabemos que las librerías de las casas de señoras de mediana edad, poperos insufribles, hombres y mujeres de negocios, etc. están vacías, pero de vez en cuando algún librillo de autoayuda surge por entre las fotos de gente feliz que adornan los estantes. Ya puede ser un Cohelo, un Bucay, un Jim Rohn o cualquiera de estos bastardos que haya decidido forrarse diciendo a la gente cosas de perogrullo que, en la mayoría de los casos, ni siquiera necesitan oír debido a que tienen la autoestima como los comehamburguesas tienen el colesterol (esto lo avalan estudios realizados por la Universidad de Utah, 1987, donde varios psicólogos preguntaron a personas de diferentes grupos de edad que se evaluaran como personas y como físico, y resultaba que aunque ellos mismos se daban una nota moderada, siempre pensaban que el absoluto control que ejercían sobre su imagen hacía que los demás les tuvieran en mucha mejor estima dándoles nunca menos de un notable alto).

Por supuesto, Comte ignoraba todo ésto, pues es más viejo que la tarara y los estudios se realizaron hace sólo treinta años (o va para ello). La cuestión es que, como ya contamos con anterioridad, Comte tuvo ciertas crisis psicológicas que le llevaron a ser la piltra de las piltras de la facultad, de su matrimonio y de sí mismo. Como él mismo se dió cuenta de que durante muchos años se había creído un hombre inteligente y de éxito y que eso no le había llevado más que a un entramado de problemas irresolubles, se dedicó a investigar en sí mismo cómo llegar hasta donde había llegado mediante la técnica del psico-mirarse-uno-mismo y luego sabotearse hasta acabar en urgencias pidiendo un diazepán.

Indagando en archivos secretos de la familia de nuestro cabeza de turco, hemos hallado un decálogo manuscrito que hemos traducido al cristiano, titulado "Cómo fracasar en la vida, 10 sencillos pasos para fracasar en poco tiempo de forma segura y sin efecto rebote". Ahí dejamos los tips, no sin antes animaros a que disfrutéis de esta animosa canción que hoy os dedicamos:



1. Cada vez que fracases en algo, échale la culpa a los otros y nunca, nunca, se te ocurra aprender de lo que ocurrió. Todo lo bueno que a los demás les pase, es cuestión de "buena suerte" y se lo ha concedido el azar, todo lo bueno que a tí te pase, es conseguido con trabajo y dedicación. Lo malo que a los otros les ocurra, es merecido infortunio mas tu mala suerte que el resto te ha mirado mal, te envidian (no sabes muy bien porqué).

2. Rodéate siempre de otros loosers que piensen siempre mal de la vida, de la gente, que su tono sea siempre negativo y que sigan este decálogo al pie de la letra. Nunca intentes comenzar nada, pero si alguna vez te pierdes en esto de ser un fracasado, asegúrate de que tus amigos estén ahí para decirte que no lo vas a lograr.

3. No tengas metas, y si las tienes, nunca creas que vas a llegar a ellas. Eso es de ingenuos o de hippies o mucho peor, de gente que cree en esas mierdas de la ley de la atracción. Si tú has de atraer algo, que sean moscas a tu casa.

4. Quiérelo todo, quiérelo ya y además nunca sepas exactamente para qué quieres lo que quieres. Esto asegura un fracaso épico.

5. Si quieres ser un verdadero fracasado, tienes que creer, al menos en un principio, que eres un genio, el más listo y el más bonito. Tú lo sabes todo porque Dios te ha tocado com su rayo de luz y ha infundido en tí conocimientos de lo uno y lo contrario que nadie más sabe. Discute hasta la saciedad con gente que sepa más que tú de cualquier cosa y nunca te bajes del burro.

6. Cada mañana, nada más levantarte, has de proferirte tres o cuatro insultos de forma repetitiva y constante durante un período de tiempo lo suficientemente largo como para que esa forma de proceder se mecanice. Tú eres la persona más influenciable con la que te encontrarás a lo largo del día por lo que, aprovecha, y dite las peores cosas que te sea posible escuchar.

7. No se te ocurra incurrir en el error de pensar que en algún momento fuiste feliz y que podrías volver a serlo, o que algo en la vida es verdaderamente importante. Lo único importante es que no vales un carajo y que das mucha pena.

8. Si en algún momento llegas a pensar que puedes gustar a los demás, mírate bien en el espejo, muchas horas hasta que tu imagen te resulte extraña y luego sal a la calle a preguntar insistentemente a personas del sexo opuesto si eres guapo o si se te ve bien o si saldrían contigo. El fracaso está asegurado.

9. Piensa que cada cosa que haces es única e irrepetible y hazla durante todos los días de la semana, cuatro veces al día. Al convertir en rutina algo que ya de por sí era una estupidez y que de único no tenía nada (como fumarte ese cigarro a las 5 de la mañana, perdedor!), perderá el sentido y tendrás que echar la culpa a alguien de que tu vida es vacía.

10. Ante dos opciones, elige siempre la más complicada... O si te gusta más llamarlo así, "compleja", para que los demás puedan ver lo capacitado que estás para la vida y para presumir. De la opción que escogiste, déjala a medio hacer y excúsate echando la culpa a cualquier cosa. Siempre piensa que, hagas lo que hagas, todo es impostura y que, al fin y al cabo, las cosas se arreglan siempre ellas solas.

Y aquí un consejo de nuestra cosecha: puedes seguir este decálogo al pié de la letra o puedes realizar otra acción que te asegurará el fracaso si lo sigues de la misma manera: leer y aplicar las enseñanzas de decálogos hechos por loosers sobre cómo triunfar, tener éxito y no ser un looser.

También has de recordar que para que todo salga lo peor posible y te sientas un looser de verdad, es mejor que hagas las cosas mientras le das al alcohol, al tabaco, a las drogas blandas o duras, al sexo promiscuo sodomagomorrizante o, incluso, todo a la vez mucho mejor.

Oh, David! (De la azarosa vida amorosa de Ludwig Wittgenstein y otras cosas de las que no se puede hablar, pero hablamos)

Las madres. Madre no hay más que una. Y grande, o por lo menos parecen grandes por que siempre están muy encima de nosotros. Que si cómete la merienda, que si abrígate-hijo-que-hace-frío (cuando ellas tienen frío, no tú), que si estas son lentejas... Forman nuestro carácter y determinan nuestra manera de ver el mundo. Fijaos si no en la Pantoja, que es lo que es por que tuvo madre y por que se metió en la Panda del Chándal, por rebeldía a su progenitora. Sabemos, aunque nadie lo dice, que hay un contubernio internacional de madres levantiscas y sobreprotectoras que tienen como oscuro objetivo moldear el mundo a su imagen y semejanza: con forma de bufanda tapabocas. ¿Quién no ha sentido que su proyecto vital era en realidad el proyecto vital de su madre? Ya lo decía Perséfone: “Madre, déjame comer la granada y búscate un novio, joder, que en el Hades yo me lo paso teta.”

La madre de Wittgenstein no era diferente. Todos sabemos que la madre es todo un mundo para los hijos. Para Wittgenstein era el caso. La suya además debía ser un foca morsa de cuidado, sabiendo como sabemos que el pobre no tuvo mucho mundo fuera de su estrecho halo de influencia. Su madre, católica toda ella, enseñó bien temprano a nuestro Ludwig las bondades de Dios, protegiéndole y reprimiéndole hasta el extremo en el difícil momento de su adolescencia. No podemos constatar que el joven Ludwig tuviese “envidia del falo” de su padre, pues la teoría freudiana afirma que éste caso sólo puede darse en las niñas, y lo que está claro es que Witt sólo era un homosexual. No afirmaremos tampoco que estemos de acuerdo con las teorías que afirman que los homosexuales son psicópatas, pues ni siquiera estamos de acuerdo con Freud ni con toda la caterva de hijos de puta que le siguieron (Lacán a la cabeza). Lo que está claro es que se enamoró de su compañero de pupitre, y eso sólo pasa cuando te enamoras de la idea platónica de autoridad paterna en la figura tajante y expeditiva de tu señora madre (no estamos en absoluto de acuerdo con lo que acabamos de decir, por cierto).

La cuestión es que, a la tierna edad de 10 años en esa escuela de aldea austriaca, en las bucólicas y agrestes praderas de la Austria profunda, nuestro protagonista fue el oscuro objeto de deseo de otro niño de su edad. Pelo moreno, hirsuto y encrespado, tez enfermiza, feo como un pez abisal y muy parecido al padre de Witt. Nuestro pequeño Witt se vio turbado, y después más turbado con los requiebros de este tapón orejudo, y un día quedaron para pasear cogiditos de la mano entre cabras merinas y florecillas silvestres. Qué sorpresa mayúscula para nuestro lógico el ver que el pequeño pueblerino se había rezagado por que estaba ocupado en morderle el cuello a uno de esos pobres animalillos peludos. Es muy posible que ese niño fuese el terrible Chupacabras, temidísimo psicópata anónimo que tenía atemorizada a toda la comunidad campestre. Y tú, estimado lector, estarás pensando: “jo, ese niño era el mismísimo Hitler”. Y lo era, efectivamente, atinado lector. A partir de este episodio, Wittgenstein, horrorizado, se cambió de pupitre y nunca llegaron a consumar su amor. Después de estos hechos tan notables, Hitler se hizo mala sangre (beber de las venas de una cabra a morro no debe ser muy bueno para la salud, pero hace cosquillitas en el bigote -quizás ahí tenemos el origen de su famoso bigotillo-) y en su sed de venganza, más propia de un japonés cabreado que de un alemán soberbio, decidió cargarse no a Wittgenstein, si no a la idea prototípica de Wittgenstein. Vamos, que se puso a matar judíos (cierto, habíamos dicho que la mamá de Ludwig era católica, pero su familia era judía. ¡Y si no, consulta la puta wikipedia, so listo!).

Esa primera experiencia traumática en su “adolfescencia” hizo de nuestro lógico favorito un tipo huraño, solitario y taciturno. Un cena-a-oscuras, vamos. Tras estudiar ingeniería (obligado por su mamaíta) se fue a Cambridge a darle la brasa al opínalo-todo de Russel. Allí malescribe un engendro ininteligible llamado, para más inri, “Tractatus logico-philosophicus” (sic). Después de ponerle a su hermana un quiosco en la Gran Vía, se hizo (¡tacháááán!) profe de secundaria, y con la escusa de andar desapercibido con eso de llamar siempre la atención, nuestro Witt se metió en la marina, escaldado con los pedagogos y los pedagogós de todo a cien. En la marina, Wittgenstein tuvo el duro y muy importante cometido de sujetar el faro del buque. Era un sujeta-faros rodeado de rudos y curtidos marineros, cuya más erudita lectura era “Coños VIP” o “Ladilla's Women”, que después se iba a mariposear a la sala de oficiales a dar coba a los niñolines de uniforme. Entre tanto redactaba inflamadas cartas de amor a su amorcito platónico, un anónimo menda llamado David. Sus cartas a David no es que fuesen un arrebato de pasión. Vamos, comparadas a las suyas, las de Urdangarín parecen escritas por Cyrano de Bergerac. A todo ésto, corría la primera guerra mundial, y aquí, en el buque mientras hacía de sujetafaros, pergeñó sus dos (mínimas) obras siguientes en sendos cuadernos, uno azul y otro marrón, llamados “Cuaderno Azul” y “Cuaderno Marrón”, haciendo gala de una desbordante imaginación en esa ardua e ímproba tarea de poner título a las obras de uno. Aquí no nos meteremos mucho con él, dado que él mismo se quejó de su incapacidad para la expresión escrita, pero sí que haremos pupa (nos gusta zaherir) con todos esos filosofastros postmodernos que se masturban pensando en el trascendental y arcano significado de su grámatica, semántica, semiótica y viceversa. A saber qué le encontrarán a ese compendio de balbuceos “in the dark”. Y es que para muchos filósofos de postín, el interés de una obra parece ser directamente proporcional a lo poco que se entienda. Incluso algunos son capaces de llenar tres horas de conferencia diciendo todo lo que Wittgenstein nunca quiso expresar.

Tras estos azares, nuestro gran Witt regresó momentáneamente a Cambridge a seguir dándole la brasa a Russel. En un arranque de absurda sinceridad, Ludwig confesó su amor por David a su mentor, con tal chiripa del destino que resultó que Russel conocía al mentado David de cuando era palanganero en los burdeles de Hannover (no nos preguntes qué hacía tan reputado profesor en los burdeles de Hannover, no somos tan listos). Pues bien, después de años y años de escribir cientos de misivas incendiadas de amor eterno, resultó que el tal David era analfabeto y que todos esos ríos de tinta fueron en vano. Ello supuso un duro golpe para el bueno de Witt. Tanto que le hizo replantearse su postura ante el universo, la vida y todo lo demás. Ludwig, con una nueva perspectiva en su cabeza, repasó toda su obra filosófica anterior a la búsqueda de incoherencias semánticas e inconsistencias filosóficas. Resultado: su obra entera era incoherente a la luz de su nueva experiencia. Un asquito, vaya. ¿"Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”? Mamonadas.

Todo un nuevo mundo se abre ante él y comprende que (cojan aire) “el significado de las palabras y el sentido de las proposiciones está en su función, su uso en el lenguaje, y que el criterio para determinar el uso correcto de una palabra estará determinado por el contexto al cual pertenezca y el aire de familia con las demás.” Por lo dicho, es notorio que Witt rehuye de nuevos compromisos y sólo quiere aire de familia, volver a casa de su mamá, sobreprotectora y a menudo cruel, pero que es un pecho abundante y generoso donde reposar de los dolores del mundo, para el caso la vida. Pero su madre le rechaza, alegando que iba a reformar la casa. Era mentira. Su madre se había liado con un tío de Hitler, que era igual que Adolf pero en forzudo y barbudo, y no quería líos con el berzatriste de su hijo.

Nuestro héroe vuelve a su alma mater, Cambridge, cabizbajo y con el rabo entre las piernas, que por cierto, sus alumnas de secundaria decían que eran bien bonitas y pizpiretas. Allí pasa el resto de su vida entre peloteras con Russel y visitas al retrete. De esas cuitas entre mentor y pupilo sabemos que a Russel le gustaba citar a Auguste Comte dejándolo caer de cuando en cuando en sus discusiones, no sabemos si por adhesión a la limitada cosmovisión del positivista o por pura maldad y con el único motivo de chinchar al pobre Witt. Nosotros nos inclinamos a pensar que obraba a mala fe cuando citaba al francés innombrable y que la negra inquina que Russel le tenía a su antiguo alumno fue, poco a poco, minando la salud de éste. Y aquí es donde tenemos que aclarar que sus últimas palabras no fueron “Diles que mi vida fue maravillosa”, como consta en sus biografías oficiales, sino “Me cago en mi madre”, tal y como recogió un bedel que pasaba por ahí en ese preciso momento. Y si no nos creen, ¿cómo es que se han tragado todo este tocho?

sábado, 27 de julio de 2013

De la indeterminación intrínseca del agua gallega congelada

Bien decía Cèline, autor al que intentaremos hacer las menos menciones posibles por habernos amenazado con meternos su recortada por el orto con tan sólo pensar en su estampa, que todo el mundo, en tanto que caminantes de la vida, tenemos historias para contar (a no ser que desde el día de tu nacimiento hayas decidido ser hikikomori, cosa que no dentro de mucho comenzará a pasar y que desde aquí apoyamos con toda nuestra mala hostia). Sin embargo, lo bueno para los que escribimos o los que lo intentamos, y lo malo para el resto, es que sin duda no todo el mundo tiene la paciencia, la cortesía, la capacidad e incluso la gramática para hacerlo de tal manera que sus mierdas interesen a alguien. Todo esto bien lo saben Comte o Sartre, cuyas vidas fueron dignas de no pasar a los anales de su propia historia pero que, para jodienda de los que hemos tenido que estudiar determinadas disciplinas en facultades de venta de humo, se pusieron a escribir lo que nunca a nadie interesó. Sin embargo, hay personas -y esto ya lo decía el niño guapín por antonomasia de la época beat- que hacen de su vida una aventura a cada paso. Personas que tienen la capacidad de escribir su historia con estilo a cada instante sin necesidad de coger la pluma un sólo instante. Gente como Neil Casady o, espero que no se piensen que estoy comparando (El sencillísimo me libre), el irrepetible Rimbaud. No han sido demasiadas las veces que me he encontrado con esta clase de seres humanos maravillosos. Un sólo encuentro con ellos puede hacer que tu vida cambie para siempre, que tomes la decisión del año, que elijas caminar tras sus pasos como un beodo a la espera de la frase redentora.

Corría el año.... pasado. Otro de nuestros viajes iniciáticos a Galicia estaba en puro proceso. Creo recordar que nos dirigíamos a La Toja, lugar del cual nos habían contado (y espero que todo el mundo se ofenda) que era como un zoo donde la clase media, ahora baja o en los infiernos, recorría las calles observando anonadados cómo los ricos jugaban con sus cochecitos y sus palitos de golf. Sensación graciosa la que te dejaba aquel lugar tan emperifollado. Antes de llegar a nuestro destino, paramos a echar gasofa al coche y mi compañero de andanzas bajó, ya que estábamos allí, a pedir hielos, pues si no la lechuga medio rancia que guardábamos en la nevera de ir al pinar iba a morir por completo llevándose por delante nuestra nimia economía. La conversación entre el hombre de la gasolinera, un gentleman gallego, alto, de unos 60 años, aburrido en su garita y rosadito como un lechón, y mi compañero de andanzas, fue la que transcribo:

—Buenos días.

—Buenos días.

—Deme una bolsa de hielos.

—¿Fríos o del tiempo?

(Silencio)

—Em... Jejeje, ya que estamos en verano, con este calor, mejor fríos.

—Da igual, el precio es el mismo.

(Silencio)

Se acercan a la nevera donde el hombre abre la puerta corredera y apunta con la mano primero un montón de hielos apilados, luego otro, ambos de la misma marca, cantidad y aspecto.

—Apuntando a un montón) Fríos, 1,20. Del tiempo, 1,20.

(Silencio)

—Em... Sí, sí, deme fríos.

Mi compañero volvió al coche un tanto afectado, confundido, pensando en la naturaleza humana y sus extrañezas. Lo más bizarro de todo aquello es que aquel hombre, que por cierto tenía un gran parecido con nuestro depresivo preferido, Leonard Cohen, había mantenido una inescrutable cara de póker. No había esbozado la más mínima sonrisa durante aquel suceso. Varias hipótesis nos vinieron a la cabeza en aquel momento. La primera, la más sencilla, la de pero grullo, era pensar que aquel hombre había olido mucha gasolina durante toda su vida y que aquello había podido afectar a la sinapsis de sus neuronas cerebrales. La segunda hipótesis, no mucho más trabajada, fue la de creer que aunque la evidencia nos decía todo lo contrario, los hielos podían ser, efectivamente, diferentes. Pero mi colega, en tanto que físico remilgado, no quiso dar cabida a tal aberración antiintuitiva. La tercera hipótesis: El elemento esperó a que desapareciéramos de su vista para acto seguido partirse bien la caja a nuestra costa. Cuarta hipótesis, conectada con la anterior: El tío se aburría pero que mucho (a ver, todo el día metido en una gasolinera gallega...) La quinta hipótesis, la que más nos convenció, fue la de pensar que aquel señor no era otro que el superhombre, aquel que en su forma de pensar, de desenvolverse por el mundo, de llevar a cabo la moral para él y para los demás, había trascendido al resto de los mortales y, sobre todo, a mi compañero y a mí, tristes pedantes que creíamos saber casi todo en una actitud soberbia y antisocrática de "taza llena". ¡Qué gran sensación la de sentirnos pequeños, inocentes y humanos de a pié de nuevo, de hallar la vibrante locura de algo nuevo bajo el sol! No pudimos dejar de intentar hacer un perfil psicológico de aquel hombre, nuestro héroe, al que volvimos a buscar de vuelta al hotel, hostal o puente en el que nos guarecíamos... Pero la gasolinera ya no estaba. Quiero decir, nos confundimos de carretera... Como siempre. Aunque quizás ni la gasolinera ni aquel gasolinero con pinta de cantautor hayan existido nunca. ¿Fuimos acaso espectadores que vislumbraron un distinto plano de la realidad? Dicen que la mecánica cuántica hace posibles esos espejismos fantasmales. O quizás lo que llevábamos en el maletero no era precisamente una lechuga. Juzguen los lectores.

jueves, 25 de julio de 2013

Comte o el lado oscuro del positivismo negativo.

Cuéntase que allá por el XIX existieron varias clases de prohombres, de botarates ilustrados o sin lustre y de gusanos de la más variada laya. Como en todas las épocas del mundo, el ser humano ha paseado su palmito, haciendo y deshaciendo a veces a su antojo e incluso a veces al antojo de lo que supuestamente decía Dios. Las madres parían hijos (también a la buena de Dios y como conejas) y los hijos crecían hasta desarrollarse y convertirse en terribles personas que harían de la tierra un lugar menos habitable y más convulso y tenebrista. Entre estos malparidos de a duro el par nos encontramos al sociokiller del que hoy vamos a hablar, y que en lo sucesivo evocaremos frecuentemente para odiarlo con la efervescencia de un adolescente onanista y como báculo de nuestras andanzas verbosas más sucias y mezquinas: Auguste Comte.

Para ser verdaderamente sincero con el lector, si es que éste existiera y se paseara por las letras de esta humilde bitácora (cuántas veces, por cobardía, no se leen las mejores y más granadas literaturas de los suburbios mentales más underground) hemos de avisar de que la elección de este personaje con el único objetivo de darle matraca y meterle el dedo bien metido en el ojo ha sido una cuestión sencillamente sentimental, cosa que él reprobaría profundamente, al ser ésta una persona que pretendió vanamente ser un intelectual sujeto únicamente por la más fría y huera racionalidad (y al la sazón, su razón se muestra desnortada en todo su legado). También avisaremos de que despreciamos profundamente nuestra manera de proceder, pero por ello iremos evolucionando a lo largo del tiempo y haciendo una profunda autocrítica de nosotros mismos, o bien, por el contrario, alcanzaremos cotas paroxísticas de ruindad sin rebozo ni voluntad de enmienda. Pues bien, regresando al tema que nos ocupa: niñito bien vestido, de familia católica lameculos de monarcas, Comte creyó que revolucionaría la sociedad primero, acudiendo a los más sórdidos burdeles de Montpellier buscando enardecidamente a la mujer fumadora con los jamones más parecidos a los de su madre y por ende matando, en una escalada edípica y de forma inconsciente, supongamos, la figura de su padre renegando, primero de la monarquía y segundo del mismísimo Dios. Agnóstico se proclamó Isidoro y se marchó fumando un puro, atillo en hombro, a la búsqueda del tipo más ñoño existente en la sociedad francesa de esta y todas las épocas que se han sucedido a lo largo de la historia de la humanidad, llegando a superar incluso a Emilio Aragón: Saint-Simon.

Por si no era poca la pavisosería de estos dos personajes, el rebeldón de Comte se convirtió en (coged aire que es posible que os venga un mareo) secretario retozón de Saint-Simon. Y allí, entre flores, árboles, ovejas, y un mundo ideal, un mundo bucólico ideado para soñar, vivieron felices durante siete años hasta su tercera disputa de pareja generada por la cuarta lectura de la genética mendeliana, lectura que se había convertido en obsesión para Isidoro. Y es así como enarbolando la bandera de "el mundo es objetivo" y "me da por el saco tu horizonte ideal" Comte marchó del lado de Simon sintiéndose lo más positivista que había parido la madre tierra. Que si no a las ideologías, que si no a las creencias, que si éstas se basan en emociones, que si el progreso vendrá marcado por un profundo espíritu científico que nos guiará sin necesidad de hacer nada... Estaba tocado, sí; la relación con su contratista y mentor le había dejado maleado y ya no creía en nada más que en los grandes hombres de poder, que según él, tenían el conocimiento entre sus manos: Productores y banqueros. Como si ahora mismo tú, que estás leyendo esto, creyeras que la dictadura de Botín sería lo más beneficioso para nuestra sociedad. Claro está que ni él dió en el clavo, ni tampoco lo dió el Ministro Wert (minus-ter en su más aguda acepción) al estudiar la rama política de la sociología que creó Comte, pues los deplorables resultados son evidentes y el que no tiene ni pu de ciencia, seguirá sin tenerla por mucho que confíe en los banqueros, en Hitler, en el bacalao al pil-pil o en Dios.

El destino trágico de nuestro malamado Comte no fue otro que el que tenía que ser. El gentleman Stuart Mill, viendo el cerdo insatisfecho en el que el pobre se había convertido, abandonado por su mujer, por las cátedras, por los estudios y hasta por su propia cordura, le prestó panoja para que pudiera seguir adelante sin lloriqueos y sin más intentos fallidos de suicidios (vaya positivismo) y supongo que para un bocata de chorizo también.